martes, 11 de enero de 2011

Al alba

Aún recuerdo mi primer fuego de campamento, hace ya algunos años, me pareció algo aburrido, yo era un mico de 10 años que no veía diversión alguna en ver a un grupo de monitores haciendo tonterías delante de un público tan distinguido… Pero hubo un instante que me marcó por lo místico de la imagen: los monitores salieron al centro, por allí andaban José María, Paco, Matula, Fede Pajaro, Enrique, Ignacio, etc., se abrazaron y comenzaron a entonar estas palabras casi mágicas, tanto, que a lo largo de los treinta años de campamentos que llevamos ha logrado despertar el interés y la ilusión de los que está sentados nuestro alrededor cada vez que cantamos todos unidos. Suena a despedida, pero no hay mejor metáfora para una despedida de campamento que las palabras que siguen:

Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Manuel Razo Martín

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